viernes, 30 de septiembre de 2011

Llega al final

Tengo una laguna en el cerebro, es de lo peor que le puede ocurrir a alguien que se dice redactor, una manera de solucionarlo es buscar ideas, ya sea en conversaciones en fugas de las normas sociales, no sé, estoy frito.
Pero intentas recorrer de nuevo los viejos pasillos de tus apuntes, buscando acaso la nueva obra que estiraras hasta convertirlo a una novela, o sino hasta hacerlo un cuento, lo que salga, puede ser que funcione más como microrrelato, pero a quien engaño, sólo soy un ser humano pendiente de la realidad, conquistador de mis propias emociones, sincero al amigo que me solicita, pero sobre todo sencillo.
Busque la definición del filósofo errante y descubrí que no existe la respuesta, encontré cosas por hacer y dudas que solucionar, pero nunca habré de detenerme, en este universo todo corre veloz.
No puedo continuar escribiendo de esta manera, mi mente se subleva contra mis deseos de escribir, pero no lo puedo permitir, estoy hasta la madre, creo que voy a reventar, pocos son los sentidos que lograrán sobrevivir, unos cinco tal vez.
Es frustrante esta sensación de no poder crear algo de magnitudes impresionantes para la posteridad, o al menos algo pequeño que alegre a unos cuantos, pero a quien engaño, otra vez esa frase que no me deja. Es horrible estar aguardando a la inspiración, en está silla de metal con madera, con la mesa de la misma composición, con estas personas a mi alrededor, y por poco me siento describiendo mi entorno. Hacer que la gente sepa donde estas es un tanto peligroso, en especial si tienes acosadores o algo por el estilo, como personas que te quieren romper las piernas por apostar a quien no debías.
Esto espero nadie lo lea, si lo lees hasta aquí sabrás estoy seco y nada de esto tuvo un verdadero sentido

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