De cuando la soledad pesa: a eso me refiero cuando estás sentado frente a la nada, vacío y sin ataduras.
Un día corres libre con la voluntad hecha un mar tempestuoso y sin la necesidad de ver gente a tu alrededor y crees que todo debe tener sentido. Solo puedes contra toda adversidad, sin embargo, es falsa toda sensación de fortaleza frente al implacable y devastador ente, La Sociedad. Quieres ser viento y huir de el pudor. Quieres no morir y no ser un mortal vil.
Así es la realidad, no hay libertad, no existe la fuga del alineamiento, ser parte de la gran fila. Pero el juramento es este: No ceder ante nada, no temer a las cadenas, no sufrir el ostracismo auto-infligido. Todo ello sea por vislumbrar la luz de entereza, una atisbo de verdad (imposible para el humano de asirla). El secreto de la antigüedad y ver lluvia de penas, gotas desesperadas, no sentir culpa de todo cuanto sucede en el mundo, inquebrantable. El peso será mucho y no causará daño alguno en el hombre que merece la condena de hacer el cambio. Supóngase que no hubiera humanos nacidos para la batalla, el Val-Halla no tendría sentido, las Valquirias no existirían y qué sería de mí sin sangre que derrame mi hacha de guerra.
No gastemos la rabia en los juegos insensatos de la política. No caer en el juego trivial del desgaste por acción contenida, forzar la ira y encausarla a la creación de un mundo peor que este, un sitio donde los espectros sean el pan de cada día. Donde no se pueda discernir entre la realidad de la fantasía. Estamos solos y con miedo, pero no nos impide, nos molesta, pero es mayor la sed de avanzar. Solo, paso a paso en soledad, el infierno en el interior, la soledad amarga, no la soledad mecánica, no esa que pasa por ir de un sitio a otro y tener que callar debido a que no hay nada que decir; la soledad densa, esa que pesa y sobrepasa toda fuerza humana.
La soledad es la herramienta para descender al hades, despojado de toda unión, sin esperanza, un humano de acción, abandonado a la suerte. La fuerza obtenida por el reconocimiento inherente a vagar sin humanos cerca. La carretera abierta, dejar ciudades, volver y narrar historias, lo inenarrable que es la experiencia. Perderlo todo y caer en cuenta de que TODO nunca estuvo, es simple. La herramienta, esa maldita que succiona la amistad, que separa al que la usa, que brinda más comodidad al que la domina y salva de la desconfianza, que permite salir con la cabeza en alto ante cualquier adversidad. Te impide mantener la cabeza sin pensar, es imposible estar en soledad y no maquinar ideas de envergadura inmensa.
La soledad, el otoño donde se cosecha, donde uno cae como hoja, donde surge vida y se muere, almacenar para el invierno, cuando el frío aumenta y se suspende el crecimiento. La soledad como sustituto a la realidad...